escándalos en la iglesia

En palabras del Papa San Gregorio Magno, “Nadie hace más daño a la Iglesia que él, que teniendo el título o rango de santidad, actúa malvadamente” (Cuidado pastoral).

Como dijo Jesucristo en mateo 18:5, “Cualquiera que haga pecar a uno de estos pequeños que creen en mí, más le valdría que le ataran al cuello una gran piedra de molino y que lo hundieran en lo profundo del mar”.

Incidentes en la Iglesia, como el reciente escándalo de abuso sexual de sacerdotes, dar testimonio de la pecaminosidad de la naturaleza humana, sino también al hecho de que el diablo está tratando fervientemente de arrastrar tantas almas como pueda al abismo con él antes del regreso de Cristo. Que el enemigo esté trabajando arduamente tratando de arruinar las almas dentro de la Iglesia no debería sorprendernos., for he seems to be hard at work on the outside, también. Satan knows especially well that the fall of a Christian leader has the effect of destroying the faith of those around him (ver mateo 26:31). While his tactics have failed to cause the many strong-willed priests who have remained faithful to the Lord to stumble, he only needs a few weak-willed ones to create havoc.

Terrible as the specter of scandal in the Church is, sin embargo, it should not cause anyone to lose his faith. Nor should it ever be used to call the Church’s holiness into question. We call the Church holy, not because of the holiness of her members, but because of the holiness of Her Founder, Jesucristo (ver Isaías 6:3; John 8:46; y el Book of Revelations 4:8).

In the image of Christ, true God and true man, the Church has both a divine and human nature.

Su naturaleza divina—sus enseñanzas y sacramentos, las cosas que Dios le ha dado—son perfectas.

Su naturaleza humana, sus miembros, son llamado para ser perfecto, y están en proceso de ser hechos así (ver mateo 5:48 y Catecismo de la Iglesia Católica 1550). No se puede culpar a la Iglesia por los pecadores impenitentes dentro de sus filas., que viven en desobediencia a sus enseñanzas y se burlan de los sacramentos, pero los líderes de la Iglesia pueden y deben rendir cuentas por no ser administradores adecuados.¹

Jesús advirtió a sus seguidores que habría escándalo en su Iglesia, comparando el Reino de los Cielos con un campo lleno de trigo y cizaña en mateo 13:24. en la parábola, los sirvientes del amo vienen a preguntarle,

"Señor, ¿No sembraste buena semilla en tu campo?? ¿Cómo entonces tiene malas hierbas?”; el maestro responde, “An enemy has done this.” And when the servants offer to go and gather up the weeds, the master answers, “No; lest in gathering the weeds you root up the wheat along with them. Let them both grow together until the harvest; and at harvest time I will tell the reapers, Gather the weeds first and bind them in bundles to be burned, but gather the wheat into my barn.” (13:27-30)

Members of the Church, entonces, ought to be prepared to endure the scandalous behavior of some within their ranks until the Lord’s return.

While the Catholic Church, and specifically the bishops and priests, have rightly received scorn and indignation for the recent priest sex abuse scandal that has taken place, many are unaware of the fact that the bishops had taken aggressive measures to end the abuse of minors by clergy in the early 1990’s, more than a decade before the first story of abuse appeared in the Boston Globe in 2002.

Afortunadamente–at the time of this writing–due to the policies and efforts enacted by the bishops, not a single case of abuse could be found in the Archdiocese of Boston, the epicenter of the crisis, after 1993.². A survey by the Washington Post, furthermore, showed that over the past 40 years less than 1.5 percent of active priests have been accused of the sexual abuse of minors.³ Similarmente, a survey by the New York Times found that 1.8 percent of priests ordained from 1950 a 2001 had been accused.⁴ Studies have also shown that the incident rate of the sexual abuse of minors is higher in other professions and institutions, como la enseñanza, así como en congregaciones no católicas.⁵

Obviamente, cualquier índice de abuso por encima 0.00% dentro de la Iglesia, y en cualquier otro lugar para el caso, es pecaminoso, equivocado, dañino, e increíblemente difícil de perdonar, y los pecados en la sociedad, en general, no disminuya ni disminuya de ninguna manera el comportamiento atroz de un (pequeño) minoría de sacerdotes y otros, pero como miembros de la Iglesia, debemos darnos cuenta de que tales acciones se interpretarán para reducir su autoridad moral singular y debemos esforzarnos por hacer nuestra parte para evitar que vuelva a ocurrir tal comportamiento inmoral..

Por cualquier razón, El Señor, ha permitido que se produzcan estos escándalos en la Iglesia. Es nuestra esperanza que con Su ayuda estos eventos destructivos puedan convertirse en catalizadores para la renovación de la fe.. Al hacerlo, el lo hará, una vez más, demostrar su dominio absoluto sobre el mal.